20.12.07

Intimidad

4 Voces... 1 Tributo...

George Michael - Lisa Stanfield




Annie Lennox - David Bowie

17.12.07

Funes el memorioso

Locke, en el siglo XVII, postuló (y reprobó) un idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera un nombre propio; Funes proyectó alguna vez un idioma análogo, pero lo desechó por parecer demasiado general, demasiado ambiguo. En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol, de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. [...] No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente).
(Definir todo sería conocer el laberinto, [hacer el esfuerzo de definir todo es ya aprender el laberinto], ¿pero, seria posibleSmiley
Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.

Borges - Funes el memorioso, Ficciones.

16.12.07

Paternidad responsable

Era tu padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un autobús y se iba contra ti incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegró ver que había venido una vez más a recogerte.

Carlos Alfaro

El gesto de la muerte

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Jean Cocteau

Munio de Finojosa

Las versiones del viaje impracticable de este caballero medieval son varias. Por ejemplo, José María Merino sitúa los acontecimientos alrededor del año 1100, y cuenta que don Munio, señor de Finojosa, era caballero tan principal que cabalgaba al frente de no menos de setenta jinetes.

Pasado un tiempo, de haber estado por allí para verlo, hubiéramos descubierto a nuestro hombre en los campos de Almenara, no lejos de Uclés –Cuenca– dándose mamporros otra vez con los infieles. Y aunque siempre había salido con bien de aquellas trifulcas, aquí la suerte le fue esquiva y un fatal tajazo le segó un brazo. De modo que allí se quedó, en mitad de la batalla campal, que cada vez pintaba peor para los cristianos.

Y al fin ocurrió lo inevitable, que fue herido de muerte. Y allí tenemos a don Munio Sancho de Finojosa apurando sus últimos sorbos de vida cuando Munio cayó en la cuenta de que su voto –viajar al Santo Sepulcro antes de morir– iba a quedar sin cumplir, de modo que miró al cielo y pidió perdón. Y es aquí donde sucede lo maravilloso. La leyenda afirma que aquel mismo día, en Jerusalén, el capellán del lugar estaba oficiando una rutinaria misa cuando irrumpió en el recinto un grupo de soldados polvorientos.

Quien encabezaba la mesnada no era otro que don Munio Sancho de Finojosa. Y se dio la casualidad de que el capellán de marras era justamente originario de Finojosa, con lo que no tuvo dificultad en reconocer al caballero. Así lo escribe Merino: “Concluida su oración, ante el asombro de todos los presentes, sus figuras se desvanecieron en el aire y de la plaza desaparecieron también sus caballos”. El patriarca quedó perplejo.

El fruto de sus pesquisas debió dejarle aún más aturdido, pues fue informado de que ese mismo día en que los caballeros estaban de hinojos en el Santo Sepulcro habían caído en combate ante los infieles.

Mariano F. Urresti

Riverdance International Group

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Ballet China